EL VIGÍA
El faro del vigía se alzaba en la cima de una montaña. La montaña estaba situada en los confines del mundo. Se decía que el vigía era tan viejo como la misma memoria, otros afirmaban en cambio que no era un ser de este mundo, si bien nadie había tenido el coraje de mirarlo jamás cara a cara.
El vigía tenía el encargo de mantener el faro encendido, para que los viajeros supieran que habían llegado hasta los confines del mundo, y que más allá solo había un valle del que nadie podía regresar.
Después de un largo y fatigoso camino, el jinete arribó por fin al término de la tierra, pero al alzar la vista hacia el faro solo vio las negras rocas de sus formidables cimientos, ya que una espesa neblina impedía ver su cúspide.
El jinete preguntó a voz en cuello:
—¡Vigía! ¿Aún sigues allí?
El vigía respondió desde lo alto:
—¡Aquí sigo y aquí seguiré hasta el fin de los tiempos!
—¿No te han dicho que el mundo ha acabado?
—El mundo aún no termina. Si el mundo se hubiese acabado, yo habría sido el primero en saberlo.
—¡El mundo ya ha terminado! ¡A lo mejor la neblina te impidió ver su final! ¡Soy el único que logró escapar de la terrible hecatombe!
—¿Estás seguro? —preguntó el vigía.
—¡Tu misión ha terminado por fin; no queda nadie en el mundo!
—Mi misión aún no termina —dijo el vigía por detrás del jinete.
El jinete regresó a mirar con espanto.
—¡Tan solo estaba esperando por ti! ―dijo el vigía.
Entonces pudo ver el jinete la faz sin piel del vigía y sus largos brazos sin carnes. Tras la neblina brilló el resplandor de una filosa guadaña, y el jinete cayó sin vida, junto con la bestia en que cabalgaba.
—Mi misión ha terminado por fin —dijo el vigía—; no queda nadie en el mundo —y dicho esto se esfumó entre la niebla.
Poco a poco, en el horizonte, fueron desvaneciéndose el cielo y la tierra.
LA SEÑORA ROSAS
Cuando la señora Rosas dijo que, por la forma en que habían sido asesinados los inquilinos anteriores, de nada serviría cerrar nuestros apartamentos con doble llave, nos convencimos de que la pobre señora Rosas no andaba bien de la cabeza, como pensábamos, cosa que por otra parte ya lo habíamos sospechado desde el inicio. Más aún cuando la señora Rosas afirmó haber visto, la misma noche en que asesinaron al señor Briz, una silueta que lo seguía por las escaleras, como su sombra, pero que no se parecía a su sombra, y que entró en su apartamento, detrás de él, y que acaso terminaría estrangulándolo de la misma forma en que aparecieron muertos los inquilinos anteriores. Desde entonces dejamos de invitar a la señora Rosas a nuestras reuniones mensuales del edificio. Hasta que llegó la noche en que yo mismo, estando a puertas cerradas, comprendí demasiado tarde que la señora Rosas siempre tuvo razón. Ahora vago junto con las otras almas en pena de los inquilinos asesinados, y supongo que continuaré haciéndolo hasta que la Policía detenga por fin a la señora Rosas.
Donde puedo encontrar el libro bajos las aguas vivo en Machala
ResponderEliminarde que se trata el cuenta el sotano
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